Jorge Solana Aguado | Director Calatrava 360 ||
El sector del turismo y sus empresas deben de cumplir estrictamente con la normativa de seguridad y salud pública. Nos va a todos en este fin. La sociedad se merece poder disfrutar del turismo de una forma segura y debemos ser capaces de gestionar muy bien esta crisis sanitaria. Después, seguramente y a pesar de que me llamen pesimista, vendrá la económica y de esa ya hablaremos.
Gestionar esta crisis no es fácil. Eso vaya por delante, pero es complicado gestionar una crisis tan mal como lo están haciendo los gobiernos central, regionales, locales, en fin, las administraciones públicas. Alguien me dirá que desde la barrera se ven muy bien los toros. Pues sí, mire. Aunque si no es capaz de gestionar lo que le toca, váyase o aprenda rápido. Es lo que se hace en la empresa privada.
Ni se van, ni se espera que se vayan, ni aprenden. Así está la situación. Eso sí, establecen muchas normas para cumplir, pero que desde la gestión “pública”, palabra con la que se les llena la boca, no se cumplen.
Las normas y las leyes están para cumplirse. Quien no se ajuste a ellas debe ser cuanto menos avisado de su falta y amonestado para, en el futuro, poder ser multado o requerida su responsabilidad. Responsabilidad, otro concepto que parece no tenemos claro y los que menos los que dirigen.
La situación de pandemia provocada por el Covid-19 ha provocado que nos impongan toda una serie de normas restrictivas que sólo van en una dirección. Los ciudadanos debemos de cumplirlas, pero los organismos y gobiernos no parecen muy preocupados de poner los medios para que de verdad se cumplan.
Los gobiernos central y autonómicos están muy preocupados por la movilidad de los ciudadanos por la expansión del virus. La muestra es el pasado puente, festivo el lunes en muchos lugares de España, con prohibiciones para salir de la Comunidades Autónomas. Aquí se pone control. La Policía Nacional, cumpliendo con su trabajo, parando y pidiendo documentación, solicitando información de razón del viaje y limitando los desplazamientos.
Sentando las bases para el cumplimiento de la norma, pero se cumple por prohibición o no. Se ponen todos los esfuerzos porque les interesa a los políticos para justificarse por una gestión que no parece esté siendo muy exitosa.
Es muy difícil pensar en que los ciudadanos puedan cumplir las normas de no reunirse más de seis personas en una casa, dónde hay viviendas que por unidad familiar ya las superan. No son muchas, pero son.
Además, nos piden que cumplamos con las distancias de seguridad. Algo que cada vez se ve más y es muy necesario. El problema es que cuando ellos tienen que poner los medios, no lo hacen. No hay distancias, provocadas por una gestión que tendría que ser pública. Vaya, otra vez “el bendito palabro”.
Si en una crisis como esta las administraciones públicas tienen que poner al servicio de los ciudadanos todos los recursos posibles, es todos los recursos. Modifiquen los presupuestos, saquen partidas innecesarias o aplazables para cubrir aquellas que son especialmente llamativas. Los servicios públicos, esos que defienden todos los días, no pueden ser los primeros en incumplir todas las normas. No se puede permitir un trasporte que identifican como público lleno de gente, sin distancia, sin todo eso que piden, porque se ha reducido la disponibilidad horaria. Ponga los trenes de antes, venda billetes cruzados, no diga que hay que tener distancia de seguridad y me siente a 15 centímetros y durante una hora a otra persona.
Así creen que los ciudadanos les pueden hacer caso. De verdad piensan que esto es normal y que es sano admitir un estado de alarma para seis meses. La gestión pasa por la palabra «PROHIBIR» y, a la vez, no ser capaz de poner los medios para cumplir las normas. Es la muestra de la incapacidad. Si piden compromiso ciudadano, comprométanse. No echen la culpa de todo a los demás.
El turismo debe hacerlo bien y ser responsable. Es un sector que sufre mucho por esta situación, ahora más que nunca trabajemos porque el sector sea ejemplo a seguir en su gestión modélica. Esa que otros quieren vender con palabras y, desde luego, no cumplen con hechos.